lunes, 24 de mayo de 2010

Siningly

Era la palabra a verificar. Escribiéndola se publicaría, sin problemas, el siguiente comentario. Pero ya había hecho uno. Por el momento, no había necesidad de mas. Le surgieron renovados bríos para escribir. Ese era el motivo. La puntilla que necesitaba.

Ella sabía que aquella no era mas joven, ni mas bonita, ni mas lista, ni era especial, ni era de revista (como no fuera el "National Geographic") PERO y ese era un gran pero. Había cautivado la atención, el tiempo y las palabras de aquel que parecía haber sido el príncipe de príncipes. El non plus ultra de los hombres. Único, especial y auténtico ejemplar de fidelidad. Con todo y los fallos de manufactura que, siempre se habían hecho públicos y notorios.
Ciertamente ella había invertido demasiados años en contemplar, presumir y depender de los lados buenos, sin tomar en cuenta los yerros, las deficiencias, carencias y patas cojas de su majestad el buen hombre u hombre bueno. Aquella siempre demostró interés en su majestad. Un interés que iba mas allá de lo que demandaban las buenas costumbres y la decencia. Pero ¿qué importaban los regalos costosos?. Ella sabía que el BH (buen hombre) Jamás caería ante semejante y vulgar acoso de aquella.
Mas, sucedió que un día, aquella mano fea, de  palidez de zombi, de languidez de jerga y palpitar de buitre, se acercó tanto al lugar del hombre, que ya no pudo mas el pobre y cediendo a las tentaciones de... aquella tipa, huyó el buen non plus ultra hombre tras la fea mano y con voluble giro, surcando el tiempo, se volvió ¿suspiro? ¡NO! se volvió uno mas igual a tantos.

Ahora venía lo bueno de la historia o cuento. Cuando el príncipe de príncipes abdicaba, Cuando la fea verdosa aquella, era confrontada. Y cuando ella definía, el tenor del final de aquella, tan común historia.


jueves, 13 de mayo de 2010

Solía volar


Solía hacerlo con esas alas que retan a las tormentas y al viento huracanado o ligero. Gustaba de hacerlo bajo la lluvia, a pleno sol, o en la penumbra de la intimidad mil  y una veces compartida. El caso era volar. Sentir y repartir esas caricias mágicas que tocaban no solo el cuerpo, sino el alma. Plena, satisfecha y segura de que las cosas eran, fueron y serían siempre así. Hasta que sus alas comenzaron a quemarse.  A sufrir lastimaduras serias. Cada vez que, esperanzada, se acercaba a la flama de aquel cirio. Solo porque le recordaba antiguos vuelos hacia un sol que agonizaba.
Ahora, los que volaban, eran pájaros negros. Aves oscuras que graznaban incoherencias. Cosas que dolían y desgarraban y contaminaban sus recuerdos mas felices.

Si tan solo supieras.

domingo, 9 de mayo de 2010

¿A quién no?

Dina estaba fascinada con la película que había visto la noche anterior. La historia trataba de una ruptura matrimonial desde la óptica de la mujer. Contó con "pelos y señales" sobre los sentimientos que asaltaron a la protagonista en el proceso del duelo. A veces, el humor rompe los momentos mas tensos. Reír hasta las lágrimas fue el resultado de la escena donde ella ve a su marido y a la "otra" mas joven y bonita, luciendo los aretes de la familia. Los que habían desaparecido de su joyero misteriosamente unas noches antes. Va hacia ellos, lo toma desprevenido. Arrima un golpazo en las "partes nobles" de su ex. Y a la mujer le arranca los aretes con mucha rabia. Salen corriendo como ratas- Huyen de la furia de la esposa cornuda. Suelta una carcajada al verlos correr. Luego arroja los aretes hacia ellos.

¿Es delito enamorarse? pregunta en una subsecuente escena el hombre.
"No", responde ella. "No es delito".
La protagonista puede, entonces, seguir adelante. Finalmente lo dijo. Se había enamorado. Tardó en decirlo. Siguió jugando por un tiempo a ser el padre y el esposo, cuando amaba a otra y se veía con esa otra en secreto. La burla y el engaño quedaron entonces atrás. La vida siguió su curso.

Lo de golpear al hombre en los testículos con las bolsas de las compras no estuvo nada bien. Fue una reacción nada civilizada. ¿Qué tal si lo deja impotente? ¿Qué tal si la demandaba? ¿Qué tal si le devolvía el golpazo?... pero, ¿a qué mujer engañada vilmente no se le antojaría hacer algo así?

Dejar de ser civilizada cuando menos dos minutos, tiene sus ventajas.


sábado, 1 de mayo de 2010

Paz

Necesito estar en paz. Tranquila. Serena por un tiempo que, quisiera, desearía, anhelaría fuera el necesario. Porque estar en paz como que no se me da mucho. Y no se cuánto sea el tiempo necesario. Mi inquilina belicosa se para de pelos cada cierto tiempo y busca camorras. Debe saber algo que yo no. Por ejemplo, que estaré en paz cuando muera. Y como no me quiero morir todavía. Saltan las cosas, surgen encontronazos con la vida. Y ¡qué bueno! Si no, qué vida esta tan aburrida sería.

Conocer el amor en esas circunstancias sin paz, reconocerlo entre las telarañas trasnochadas de un ego herido se vuelve harto difícil. Pero con un poquitillo de buena voluntad, se puede. Y si mientras duró fue bonito. Que el recuerdo de aquellos días luminosos no se opaque por los porrazos de la vida de dos, que ni se conocían, ni parientes eran. Pero juntaron sus soledades, su costal de ilusiones y sus necesidades físicas de ser uno solo. Aunque eso siempre será una mentira romántica. Dos no hacen uno, por mucho que se quiera. Dos siguen siendo dos, y de pronto las reglas cambian. Y porque como dijo François de la Rochefoulcauld: "Es muy difícil que dos que ya no se aman, riñan de verdad".