jueves, 23 de septiembre de 2010

De lengua me como un taco... o dos

¡Demonios!

Es menester echar a andar el cerebro antes que la lengua. Debiera existir una ley que lo demande. Perentorio tener pruebas y NO SUPONER esto o aquello. ¡Cuantas cosas se arrojan entre la verborrea de una lengua mordaz y un ego herido!

Y no lo digo por ti, sino por mi. Que he metido la pata hasta el cogote... POCO mas o POCO menos.


domingo, 12 de septiembre de 2010

Bailar

Es, definitivamente un ritual. A veces en pareja, otras en grupo y al final, como todo, sola y mi alma. Pero sacudir el esqueleto ayuda a exorcisar momentos que en otros tiempos parecieron ser únicos. Resulta que no, que ni únicos, ni últimos. Me divertí mucho anoche. Como hace tiempo no lo hacía. Bebí un par de tragos de tequila en jarrito. Un reposado con limón y sal de grano que metió María en un itacate. Era una fiesta mayormente de abstemios. Pero era la noche mexicana que organizaron para este septiembre ¿cómo tener una noche mexicana sin tequila? 

Faltó bailar solo un pasodoble. Es rico bailarlos, pero se necesita pareja. También tengo el propósito de aprender a bailar tango, cuando menos una vez en la vida.

También hubo karaoke. Un amigo, que me conoce de hace pocos años, sorprendido de los alaridos con micrófono que me animé a dar, se sorprendió aun mas, cuando le dije que antes de convertirme en señora por todas las leyes, fui directora de teatro escolar, escritora de guiones, canciones, novelas, cuentos y poesía. Que además tocaba la guitarra, cantaba y no temía presentarme en público. Que fui beisbolista, basquetbolista, lider de movimientos estudiantiles, revolucionaria y cazadora de retos.

Luego fui aprendiendo a comportarme... domesticándome, tomando la vida mas y mas en serio. Hasta que me la creí. Propia, sobria y seria. Hoy sola como cuando comencé a volar con alas propias y prestadas. Reiniciando o dispuesta a reiniciar vuelos casi casi olvidados.





sábado, 11 de septiembre de 2010

Si quieres hacer reír a Dios...

Quería hacer mención de LOS HERALDOS NEGROS de César Vallejo. Pero no es para tanto. La verdad sea dicha. Los golpes en la vida tan fuertes como del odio de Dios, deben ser algo tremendo. Tanto que sugiere casi una blasfemia el mencionarlo. Si comparamos eso con las cosas de la vida. Es decir, con una mas de esas historias de ordinario, hasta aburridas.

Así que no. Mejor ni hacer comparaciones tan disparejas.

Tengo el ego grande. Es lo que pasa. Muy grande.

Nada tenía y sigo igual, con las manos vacías. Esperando por algo maravilloso. Como el niño optimista aquel, que cuando recibió una cuerda de regalo en Navidad, salió al patio de su casa, esperando alegre a su caballo. Seguro de que la cuerda era preludio de la llegada del equino de sus sueños. Y así estoy yo. Con un lazo que aunque se desató, por fortuna no llega a convertirse en algo para ahorcarme.

Y yo que pensaba llegar a anciana, cuidando a un enfermito que con el tiempo se convertiría en tirano. ¿Quién me lo iba a decir?
¿Y ahora qué hago sin tanto peso muerto? ¿Sin tanto fardo?
¿Ser feliz?
¿No será pecado?

Tengo insomnio. Estoy alucinando. Pero no sumida en la tristeza ni en una depresión... solo pensando.


lunes, 6 de septiembre de 2010

Atroz

Así debieron llamarlo. Pero nada, que se llamó de otro modo. De otro modo ha vivido y de cualquier modo morirá (Igual que moriremos todos). No querría entonces sepultarlo en el cementerio sagrado de los indios. Aquel donde revivían mascotas, ahora como zombis, muertos vivientes, hambrientas de sangre y supurando maldad.

Jejeje

Dramática ¿no?

Es que leyendo a Jorge Bucay, uno de los capítulos finales del libro que me recomendaron recientemente y que dicho sea de paso, es de esos textos de superación personal, a los que yo les sacaba la vuelta como si de la roña se tratase y hoy me obligo a leer por recomendaciones de una joven psicóloga, endiosada, supongo, con autores recomendados en la escuela. Total, que después de estar suspirando, sollozando y dando rienda suelta al moco que suelta la autocompasión, pude reír a carcajadas en algún punto del capítulo que menciono.

"Y si no tenés el poder de hacerme sufrir mientras estés conmigo, menos aún tendrás ese poder si nos separamos. Pero no me voy, me quedo. ¿Para qué me quedo? Para cambiarte. Para conseguir que seas diferente. Para lograr que quieras exactamente eso que yo quiero. Y sobre todo porque no soporto la idea de perderte. Eso. Para no perderte, te voy a cambiar. Lo cual significa en la práctica primero martirizarte y después de todas maneras perderte. Dos dramas al precio de uno."
(Jorge Bucay, El camino de las lágrimas)

¿No es fascinante? ¡Y simple a la vez!.
Tan obvio que no se ve a las primeras de cambio.