miércoles, 31 de octubre de 2012

La calaca flaca


Verás que por el momento me encuentro en el exilio. Pero donde quiera que una ande, los cobros no fallan. Compromisos son compromisos. Así que antes de llegar el fin de mes, fui al Banco. Era viernes. Algo de gente en la fila para cajas, y 3 personas en espera de ser atendidos por un ejecutivo de cuentas. Solo dos de los seis escritorios tenían personal atendiendo. Así que me dirigí a tomar asiento. Esperando mi turno con paciente decencia. Como hace la gente de bien (que tengo un amigo que espera y aconseja que lo sea) era día 26. El pago por hacer, vence el último día hábil del mes. Faltaban 5 días para eso, pero quise saber con tiempo el monto a pagar, ya que como mencioné, no estoy en mi ciudad de origen.
Saludé a la chica embarazada a mi derecha, supuse que tenía rato esperando cuando ocupé mi lugar en la sala de espera. La ejecutiva de cuenta a la que correspondía el escritorio frente a nosotras, caminaba partiendo plaza por el centro del lugar, parsimoniosa y austera. Ni una sola sonrisa. Me impresionó la piel extremadamente pálida y la delgadez que rayaba en anorexia. Con muy poco maquillaje. Llevaba el cabello largo, lacio y suelto sobre la escuálida espalda. Vestía un traje sastre color café deslucido que le quedaba holgado. Mi imaginación hizo de las suyas ¡Juro que si le ponías una pamela emplumada y la vestías de negro, bien podría ser LA CATRINA!


Haciendo gala de arbitrariedad atendió a un joven recién llegado. SIN IMPORTARLE que habíamos 3 personas esperando turno por ser atendidas. Nos dirigió una mirada gélida con el mensaje de: "ustedes esperen". Luego, de uno en uno nos fue señalando con el índice, preguntando el motivo que nos llevaba ahí. Yo, como mencioné anteriormente, solo quería un estado de cuenta para saber de cuanto era el pago que me correspondía hacer. Las otras personas iban por diferentes trámites, pero el trato fue el mismo. Nos mandó al demonio a todos, no atendió a nadie y a mi, me dijo que pasara a pagar a cajas. 

"Debe haberse confundido" -me dije, e insistí.- "Señorita, necesito un estado de cuenta"

- Ya le dije que vaya a pagar a cajas.
- ¿Cómo pagar? si necesito saber cuanto debo, para eso quiero el estado de cuenta.
- Vaya a pagar a cajas un cargo por emitir su estado de cuenta.
- ¿Un cargo? no sabía que por emitir estados de cuenta el banco cobrara -la extraordinaria paciencia de la que hice gala no sirvió de mucho.
- Es un nuevo cargo de 33 pesos.

Contrariada, pero atendiendo la indicación, me dirigí a la fila para cajas. No iba a pelear por esa cantidad de dinero. Necesitaba el documento y punto. Cuando me tocó el turno de ser atendida, la cajera me aseguró que no existía tal cargo y luego, por lo bajo, me sugirió que fuera con la otra ejecutiva de cuenta que se encontraba ocupada en ese momento.

Vi que la símil de la Catrina estaba desocupada y volví sobre mis pasos. Hablaba por teléfono, evidentemente de asuntos personales. Ni  una sola vez levantó la mirada. Me ignoraba olímpicamente; no obstante estar de pie frente a ella. Cuando se hubo desocupado, volvió la vista con fastidio hacia mi. Enseguida le comenté lo que en cajas me aseguraron. 

-Qué raro -lo dijo sin inflexión en la voz- es que está caído el sistema y no tienen acceso. Se lo voy a dar, pero debe levantar un reporte. -por un instante, me alegró saber que iba a darme el documento, pero enseguida repitió lo del reporte. Debía hacer lo que indicó ANTES de darme lo que le solicitaba.

Para ese momento, mi paciencia y educación entraron en conflicto. Debe haberme creído estúpida e ignorante. Cuando se cae el sistema, los bancos se paralizan. Y ese banco no lo estaba. 

-¿Dónde tengo que levantar el reporte? -pregunté ya sin sonreír.

-En aquel teléfono -señaló el lugar con la cabeza y se olvidó de mi.

En el teléfono hubo opciones. Obtuve el estado de cuenta. Cuando otra chica de las de cajas se me acercó comedida y dijo en voz baja, como en secreto, como temiendo ser escuchada por la pálida: "venga, yo le voy a dar el estado de cuenta".

- Ya lo tengo, me lo dieron por teléfono, muchas gracias -respondí con el mismo tono educado que estaba recibiendo. Disculpe, ¿desde cuando cobran los estados de cuenta?
- No se cobran, no se por qué le dijeron eso. 

Salía del lugar, cuando la Catrina me interceptó para preguntar si ya había levantado el reporte.

-No, no levanté nada, y por cierto, otra cajera me volvió a decir lo mismo NO SE COBRA por el servicio que le pedí.
-Que raro, yo tengo entendido que sí. Voy a tener que hablar con el gerente. Lo dijo en el tono de quien sabe, que no es cierto lo que afirma.

La que regresó a hablar con el gerente el lunes 29 fui yo. Y sí, levanté un reporte, pero no por el dichoso estado de cuenta. 

La Catrina debe haberse acordado de mi... y muy probablemente de mi madre.

martes, 30 de octubre de 2012

"Le gustaban pocas cosas..."



No obstante, parecieron demasiadas. Y así, como si tal cosa, se le fue yendo la vida. Con tan pocas cosas preciadas, como "Los pájaros perdidos".
Sentir alegría
La lluvia
Los olores a yerba fresca, tierra mojada y el aroma del café recién hecho.
Ver amaneceres luminosos, días nublados y cielos rojizos.
Escuchar el mar, el viento entre los árboles a finales de agosto, la música y bailar.
¡Los zapatos! ir al cine, salir de día de campo. El teatro, las noches estrelladas y el frío. 
Le gustaba escribir, soñar y sonreír.
Conocer nuevos lugares, viajar y preparar la cena en Navidad.

Adoraba amar y sentirse amada.

Pocas cosas... así de simples, le gustaban.

jueves, 25 de octubre de 2012

Una llamada


"Tajante" -la palabra salió como un disparo y se sintió en plena frente como golpe seco; luego le siguieron "drástica", "extremista" y poco mas. Afortunadamente venían de boca de una amiga. 

-A veces me da miedo decirte lo que pienso porque eres muy tajante, sin medias tintas. Te vas a los extremos, para ti es blanco o negro y eso me asusta.

¿Era así? ¿Una mujer de todo o nada? la visión de su amiga respecto de su personalidad, toma de  decisiones y puntos de vista venían sonando a reproche desde hacía rato. En "exilio" voluntario a casi 300 km de distancia de su ciudad de origen, de su familia y amigos. Se negaba a volver. Estaba en búsqueda de respuestas. Trabajando sus demonios internos, sus mezquindades grandes y pequeñas. Intentaba dar claridad a lo que deseaba en su vida. Su amiga se sentía de alguna manera abandonada. Huérfana una vez mas... pero esa no era responsabilidad de la exiliada. 

- Puedes hacer lo mismo allá que acá y lo sabes -insistió. No tienes por que irte lejos para arreglar las cosas que quieres solucionar. 

No eran necesariamente cierto. Ya lo había intentado estando allá y las cosas seguían en un estancamiento enfermizo para su alma. Así que no, no volvería por mucho que hermanas, amigas y padres insistieran en lo peligroso que era para una mujer vivir "sola y lejos". Afortunadamente la experiencia personal le había enseñado que las decisiones drásticas habían sido lo mejor que pudo hacer en su momento. Y quien sabe. En una de esas, tal vez esta, era una buena. 
Siguió escuchando a su amiga. Pero al mismo tiempo recordó algo de su pasado. La sensación de haberle fallado a alguien encogió un poco su corazón. Si en alguna época de la vida un amigo cobra especial importancia, es durante la adolescencia. Tenía 14 y su mejor amiga 17. Margo, la pelirroja simpática, desparpajada e incondicional. Una chica a la que no aprobaban sus padres. La que la ayudó a entrar de contrabando al cine, asegurando que ambas eran mayores de edad. La que intercambió correspondencia con ella. Cartas de a de veras. Tinta, papel, sobre y estampillas. Cuando estuvo fuera de la ciudad. De veraneo en La Rumorosa. Luego, sin venir a mas, se fugó con un antipático recién llegado de USA. Dolió. Saber aquello le hizo soltar un llanto amargo. Se sintió traicionada, sus padres no le dieron importancia, pero les molestaba verla llorando día y noche. Como si alguien muy querido hubiera muerto. No entendía nada ¿Por qué lo hizo?
Fue cuando se enteró del motivo de la fuga, que una culpa irracional le acompañó de ahí en mas. Margo había sido violada a los 14, cuando estudiaba en la academia para secretarias. Antes de conocerse. 
Jamás se lo confesó, solo mencionaba que ella nunca se casaría. Margo sentía que su valía como  mujer y ser humano se fue con el himen desgarrado. Pero no le dijo. En cambio, se lo confió a su hermana. Cuando se enteró, dio por hecho que ella, por tajante, por drástica, por extremista, no fue lo suficientemente buena para que su amiga del alma le confiara algo tan terrible.

La charla, en ese momento, obró eliminando el añejo e irracional sentimiento de culpa. Ella no tenía el poder de decidir por los demás. Tampoco lo quería. Las personas deciden con quien sí y con quien no. A quien le confían sus mas íntimos pensamientos, pesadillas o miedos. Hablar o callar es una decisión muy personal. "No todos podemos ser depositarios de determinados secretos. Ni convertirnos en devoradores de pecados... por mucho que la idea resulte patológicamente atractiva."

La llamada terminó. Su amiga esperaba muchas cosas de los demás. Era demasiado entregada, generosa en prodigarse, adicta a las relaciones fallidas, y se sentía sola. Prometió visitarla alguna vez. Ella no prometió nada mas que pensarlo. 


jueves, 18 de octubre de 2012

Déjà vu


No, no, no. En cuanto intentaba colocar el pensamiento en su cabeza, ésta se rehusaba a ser invadida por semejante idea. Se resistía a pensarlo como algo posible, inclusive como una realidad alterna. Luego recordó que a los 18 le exasperaban lo obtuso y la falta de alcances. La necedad y la carencia de chispa, de arrojo y de ideales. En aquella ocasión, silenció las voces en su cabeza. Las circunstancias eran otras, las necesidades también, la inmadurez mucha. No obstante, una parte de su ser se opuso, tenía recelo, reservas basadas en la intuición. Cero experiencia. 
¿Cómo pasar el resto de tu vida con alguien tan plano, tan falto de carácter?
Pero lo hizo. 
Se equivocó y pagó las consecuencias.
Luego, una mente brillante se cruzó en su vida. Genial, encantador, erudito y divorciado... Pero al conocerle, era tan feo, que le resultó impensable plantarle un beso, como no fuera en el cerebro.
Después vinieron otros. No tan brillantes, no tan cerebrales, no tan encantadores. Egos insuflados, machos unos, acomplejados otros. Hubo alguno mas, encantador, cerebral, brillante... y misógino hasta el tuétano. Todos casados, con vidas personales algo aburridas, cazadores de mujeres en oferta. Pasó sin ver de todos ellos. Hasta que conoció un soltero disponible. 

Una vez mas desatendió el imperioso alarido de la intuición. No tuvo excusas. Esta vez no valieron circunstancias, necesidades o el pálido argumento de la falta de experiencia. Se casó, tuvo sexo, tuvo soledad en compañía. Tuvo una frustración tan grande, tan infinita, como aburrimiento cada día por el resto de su vida. 




jueves, 11 de octubre de 2012

Recibido el 19 de septiembre


La tristeza, aunque esté siempre justificada, muchas veces sólo es pereza. Nada necesita menos esfuerzo que estar triste.
Lucio Anneo Séneca