domingo, 23 de octubre de 2016

Entre el desierto y el mar

De las pocas veces que de un tiempo a la fecha, alguien mas iba conduciendo. 
Por eso pude tomar fotos a diestra y siniestra

Dice la Internet que hay solo 247 kilómetros entre "La ciudad que capturó al sol" y la Cenicienta del Pacífico". Con un tiempo estimado en 2 horas y 59 minutos conduciendo por carretera. Yo hago el trayecto en 4 horas, porque tengo que atravesar mi ciudad de cabo a rabo. Luego una parte de la zona rural. Cruzar por el cerro del Centinela, después el desierto de "La Salada". Subir la cuesta de "La Rumorosa", pasar por la ciudad de Tecate y algunos valles de la zona llamada "La Ruta del Vino" (que me encanta). 
Me gusta viajar de día ya que casi siempre voy o vengo sola, además disfruto mucho la variedad de paisajes, y porque en caso de un desperfecto mecánico o ponchadura, puedo largar mi carro y tomar un autobús. En el trayecto hay zonas donde no se recibe señal de telefonía celular, por lo tanto, no podría llamar a la aseguranza del carro.
Total que después de estar una semana en la costa, no se de qué tuve la puntada de regresarme tarde. Y digo tarde porque salir a las 5 del puerto, implica que me oscurecerá a medio camino. Sin embargo, justamente de la ciudad de Tecate se puede seguir por carretera de cuota. Es mas segura, tiene teléfonos fijos cada ciertos tramos y puedes meter el acelerador hasta a 110 km por hora. Escucho mi música favorita todo el camino. Salgo armada con mi termo de café, un par de botellas de agua y el anhelo de llegar a casa... en una u otra ciudad.
Ensenada representa mi casa del mar. Mexicali, mi casa del desierto.
Tengo divididas mis querencias a partes iguales.
Hago ese recorrido casi una vez al mes.
Viajar de noche me remontó a otros tiempos. Cuando recién egresada fui a trabajar 3 horas al sur de La Cenicienta.
Comencé a conducir por esos caminos hace mas de 33 años. 
Hoy ha mejorado mucho el asunto. Se abrieron carriles. Se construyó la carretera de cuota. Se le da mantenimiento constante. Cierto que pagas, pero creo que vale la pena por mas seguridad.
Me encanta el desierto, me encanta la montaña, me encantan los valles plagados de viñedos, me encantan la playa y el mar. 
No puedo menos que decir que soy afortunada. Se que un día la vida me dará mi "estate quieta". Pero en tanto llega ese momento, seguiré mi trayecto por ese lugar, entre el desierto y el mar.

martes, 11 de octubre de 2016

Tanto como fuera posible

Por un tiempo, Abraham Lincoln y ella no fueron amigos. Aquello de "Casi todas las personas son tan felices como deciden serlo" le sonaba discordante. ¿Cómo no va a querer ser feliz uno? Si es la meta, el fin, ¡la cuestión! Pero pasan cosas: las del tipo que no deseas, las del tipo que no imaginabas, las cosas aborrecibles... dolorosas. 
Así que dijo: "No gracias, a mi no me vendes esa idea" Y siguió transitando por la zona pantanosa en la que sin saberlo a ciencia cierta, se había instalado. Subsistiendo detrás de alguna especie de opacidad. Se veía normal. Tal vez menos sonriente que antes, con algunas lineas de expresión mas marcadas. Pero funcional. 
Un día, navegando por la red, notó que hubo quien publicó: "No, no sufro de amnesia; solo me acuerdo de lo bonito y de lo que quiero acordarme. Se llama memoria selectiva, y es muy saludable tenerla" y ella replicó (con bastante amargura) "Seguramente que el Tercer Reich agradece infinitamente esa postura." Nadie dijo nada. De hecho, tengo la sospecha de que la ignoraron. Pero cabe la posibilidad de que ni siquiera la hubiesen leído. Pero ella se leyó. Muy ufana por cierto. Esperando réplicas. Regodándose, segura de tener la razón... buscando camorra. 
Ahondar en las racionalizaciones de un ser cuya cabeza, visión, olfato y sentido de la realidad estaban tan corruptos como fuera posible por "x" o "y" razones, sería el cuento de nunca acabar. Así que añadiré que para mi sorpresa encontré hoy un comentario de ella misma: "A final, reconozco que esa sentencia tiene toda la razón. Guardar, cargar y acariciar los recuerdos feos en tu alma equivale a traer siempre contigo un saco de excremento pútrido que alguien defecó estando enfermo. Obnubila tu sentido del olfato y ya jamás te percatas de los lindos aromas que gracias a Dios, siguen existiendo. También esa pestilencia nubla tu visión. La estropea, entorpece y corrompe. Abraham Lincoln tenía razón "Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años." 

domingo, 9 de octubre de 2016

Lo que se dice "casi santo"

Y yo me preguntaba: "Pues qué mosca le picó". Porque no obstante los cuernos que (dicen) le ponían con esa constancia que nace del "valemadrismo", también olvidaba las pelas que le propinaba con alegría carnavalesca. Y resultaba al final, que el muertito había sido casi un santo... bueno a decir de María "El mejor hombre del mundo".  ¡Que chistoso! a mí, el susodicho, me pareció siempre un escandaloso gritón, un borrachín al que había que huirle y un tío no muy simpático. Pero eso era solo mi punto de vista, a mis ojos "juzgones". En los de ella, evidentemente había adoración.