lunes, 17 de octubre de 2011

La casa de la marquesa

Estuve fuera de mi rancho de nueva cuenta. Por causas de fuerza mayor adelanté el viaje de trabajo que tenía proyectado hace unos cuantos días. Se suponía, dadas las circunstancias, que iba en plan austero, pero ya sabes. Mi amiga Lady Naná y su amado Sir William se lucieron otra vez. Fui su invitada especial y me atendieron de lujo.
Para comenzar, llegamos de madrugada a la ciudad de Santiago de Querétaro, pues mi vuelo arribó cerca de la media noche al Distrito Federal. De ahí, el carruaje de Sir William nos esperaba en el estacionamiento de la terminal aérea. El GPS andaba medio norteado y tardamos mas de lo normal en salir de la capital. Luego, con eso de las fachadas, las estrechas calles de un solo sentido de las ciudades coloniales y sitios históricos de plano no dábamos con el hotel. Fueron unos amables policías trasnochados los que nos llevaron directo al hermoso portal de madera labrada (mismo que ya habíamos pasado por lo menos dos veces). 
Nos esperaba el lugar mas increíble que pude imaginar. Entiéndase que se suponía que nos hospedaríamos en un sitio mas austero que el año pasado. Algo sencillo y limpio donde pasar las  noches y días que permaneceríamos en la ciudad de Querétaro. PERO esta imagen fue la que nos recibió nomas de entrada al cruzar el portón 

El hotel estaba a oscuras, por lo del ahorro de energía. Encendieron las luces y ¡voila!. Lindo, hermoso, impresionante en el sentido de belleza estética y en el de "misteriosoasustador".

Ah que mi corazón tan simple, de espíritu tan ranchero y ánimo tan arrugado pues. Después de cenar en el salón principal, nos retiramos a nuestros respectivos aposentos. Sir Will y Lady Naná juntitos, pero yo ¡ay de mi! solita y mi alma en una habitación enorme y crujidora como ella sola.

Eran las "sepancuantas" de la madrugada, de hecho creo que las tres, porque a los poquitos minutos sonaron las campanadas de no se que iglesia, que tuvo a bien poner en claro la hora en punto.

No veas lo divertido que se pone la cosa cuando estás en un lugar de leyenda, construido en el siglo XVII, enorme, a solas, a oscuras, con pisos de duela que crujen porque sí y porque no, muebles de dimensiones impresionantes, techos altísimos y sonido de campanadas acompasadas como música de fondo.

La verdad estoy exagerando un poco. Es verdad que no pude dormir, pero no porque tuviera miedo. Supongo que fue la emoción, el viaje, la intensidad de las últimas horas. Las reflexiones que me hicieron aterrizar en los motivos por los que estaba en ese extraordinario sitio, en ese preciso momento. El reconocimiento de que quizás, de ninguna otra manera habría podido tener la oportunidad de hospedarme y/o conocer La casa de la marquesa.

Los sonidos de cosas que se arrastran o golpes en los pasillos no me espantaron el sueño. Tampoco la colección de cosas antiguas en la vitrina del hall que incluían fotografías, documentos,  bebés de porcelana y una muñeca con ojos de vidrio negro, vestida de encajes, olanes y gorro blanco, con la cara muy pálida viendo hacia ningún lado... donde hubiera volteado el rostro o la canica de los ojos... ni te explico.

El motivo por el que estaba en la ciudad de Querétaro me lo guardo por respeto. Los motivos del viaje proyectado para Cuernavaca un par de semanas después eran dos: el curso de encuadernación que Lady Naná nos ofreció con todo el amor de que es capaz y la reunión que prometimos tener cada año. Naná es encuadernadora profesional. Maestra perfeccionista, rigurosa y exigente como pocas. Una amiga solidaria e increíblemente generosa que es toda amor (cuando no anda endiablada jejeje). Vayan para ella y Sir William mi amistad, mi amor y mi gratitud incondicional una vez mas.




*Sir William falleció esta madrugada de miércoles 23 de noviembre de 2011 en un terrible accidente automovilístico.  Estamos en shock por la mala noticia.