lunes, 30 de abril de 2012

Also sprach Zarathustra

Luego de cinco minutos de Orinoco Flow (el cual dicho sea de paso, después de las primeras sesiones llegó a provocarnos cierto rechazo) seguían los casi dos minutos de otra melodía; debíamos estar sentados antes del último compás en una de las hileras de sillas destartaladas de aquella sala. Entonces, a nuestro lado izquierdo, saliendo de la cocina, aparecía el individuo. Nuestro ilustre entrenador. 
El primer día, casi suelto la carcajada. Pero mantuve la compostura. El tipo se producía vestido con formalidad; traje sastre y corbatas a tono. La calvicie en la parte superior del cráneo cubierta por algunos cinco o siete cabellos largos que la cruzaban de una sien a la otra. A la altura de la nuca llevaba los cabellos tan largos que, como falda hawaiana cubrían parte del cuello de su camisa. Iba lustroso de gel & spray. Oliendo a colonia barata. Sin embargo, el rosa tornasol y el azul iridiscente no le iba para nada al moreno hígado de su piel. Imagino que no contaba con asesor de imagen. De lo contrario, habría elegido mejor su corte de cabello y los colores de sus trajes. 
Pero no fue eso lo que me provocó reír, sino la dramática entrada triunfal al compás de  Also sprach Zarathustra   ¡Se juraba el sol! Ese hombre iba a entrenarnos para ser líderes. Águilas en pleno vuelo, ¡triunfadores en el mundo exterior!. 
Debo especificar que la casa en la que daba los entrenamientos estaba poco menos que en ruinas. Había mucha basura en la entrada principal. Bolsas negras que no habían recogido en algún tiempo los trabajadores del municipio. El buzón desbordando sobres, cobros y propaganda. El único sanitario, además de percudido, olía mal. El área de la cocina servía como almacén de trebejos de toda clase. Lo que era el cuarto oficina, hacía las veces de cafetería también y ostentaba multitud de fotos mal enmarcadas, donde el entrenador aparecía con personajes (cantantes, escritores, deportistas y actores) conocidos y no tan conocidos. En la típica pose de "me dejas tomar una foto contigo". El entorno hablaba de mal gusto en todos sentidos. Alfombra manchada y mal oliente. Artículos deslucidos por el uso y paredes invadidas por la humedad. 
Y eso era solo de entrada la impresión que me provocó aquel tan llevado y traído entrenamiento para líderes triunfadores. 
¡Pero quién me mandaba a mi, andar en esas cosas!

domingo, 15 de abril de 2012

Hoy regreso


La verdad no quiero. Pero debo volver a mi querido cacho en el desierto. Descubrí con bastante desagrado, que parte de lo que me mantiene aquí, es una especie de fuga geográfica; no solo el placer de estar en la Cenicienta del Pacífico. 
Esta mañana preparé café con lágrimas... llevo encima un coctel de sentimientos y emociones que no he querido bautizar. 
Pero debo volver, Hoy o mañana daría lo mismo. El caso es tomar al toro por los cuernos y cerrar capítulos. 

domingo, 1 de abril de 2012

Pavlov

Ya sabes, dijo: "Cuando te asomas al abismo, el abismo también te está mirando". Tardé un poco en entender eso. Igual me pasó con el libro de Richard BachJuan Salvador Gaviota; necesitaba estar en disposición de aceptar ciertas cosas que me negaba a ver. Casi nadie que yo conociera confesaba  haber cometido un error con sincera humildad; ya no digamos responder que no se sabía tal o cual cosa, reconociendo con honestidad su ignorancia.

Pasaron mas de 4 años y si me apuras, hasta cinco, para acceder a la invitación de mi amiga L. al entrenamiento del que hablaba con tanto entusiasmo desde tiempo inmemorial. Peleada estaba con la idea de convertirme en uno de los perros de Pavlov. Lo de adiestrar, entrenar o programar el cerebro para tal o cual fin; me parecía inadmisible. No estaba bien. En el supuesto caso de que funcionara ¿Qué pasaría con la naturalidad? la espontaneidad; la sincera reacción/interacción humana. "Se corrían riesgos". A ciencia cierta no sabía de qué tipo, pero;  "a mi no iban a hacerme un coco wash"

Llegado el momento, pasado el tiempo, calmados los ímpetus. Acepté la invitación. No tenía de otra. Mi amiga se había esmerado mucho estos últimos años. Además, me aseguraron que el entrenador tenía por norma, que si llegado el sábado a las 10 de la noche, desistías; si no te gustaba, por cualquier motivo, devolvían el dinero de la inscripción sin preguntar.
Mi plan era aguantar estoicamente jueves, viernes y sábado hasta la hora indicada. Darle una disculpa a mi amiga y simplemente saldar airosamente mi vieja deuda con aquella invitación.