miércoles, 9 de mayo de 2012

Legados

Maldijo hasta dejar reseca su garganta. Incluso acabó con su voz, que se convirtió en cicuta, curare y Naja*. La ira y el odio fueron carcomiendo su alma; alimentada de aquel caldo ponzoñoso día tras día. Era su prioridad, verter veneno cotidianamente en los oídos de sus hijos. Siguió viviendo y rezumando amargura cada uno de sus días. Tras cumplir 75, continuaba odiando hasta la extenuación al hombre anciano.
¿No te cansas? le preguntaron un día.
¿De qué?
De vivir para odiar, de estar tan llena de rencor ¡son mas de 50 años en guerra! 
Me arruinó la vida, por eso lo odio...
¿Cómo va a arruinarte la vida un hombre por haberse acostado con otra hace quien sabe cuántos años? ¡eso es darle un poder inmenso a un solo ser humano!
Es que me traicionó.
¿Y?
No lo perdono.
¿Es que no te has dado cuenta? ¿QUIÉN VIENE A TU CASA POR GUSTO? ni uno solo de sus nietos los visita por amor, porque nadie quiere estar en medio de una guerra eterna y sin sentido. Solo sabes verter rencor, ganas de vengar una afrenta que no tiene, ni tuvo remedio. El hombre es un cretino. Lo fue desde un principio, un macho misógino, neurótico y violento con quien te quedaste por propia voluntad.


Convirtieron a sus hijas en esclavas, tiranizaron su buena voluntad de atenderles y no dejarlos solos; ambos vivieron mas allá de los 85 (no lo permita Dios) Una vida amarga, demasiado larga y perennemente venenosa. 


Un legado terrible, agrio,  incomprensible...





*Veneno de cobra.