lunes, 5 de marzo de 2012

Fracturada

"Es bastante complejo cuando la tortuga se ha partido el caparazón debido a una fuerte caída, pues el veterinario la deberá desinfectar, curar y poner una especie de resina para rellenar el faltante. Además deberá colocar alambres para que el caparazón se quede en la posición correcta."  
A medida que su amiga contaba la odisea de la tortuga fracturada, le nacía el deseo de conocerla personalmente. Solo había una problema. Cuando alguien desconocido se acercaba al estanque, todas las tortugas desaparecían bajo los lirios acuáticos o bajo la pequeña playa recientemente instalada. El estanque de las tortugas quedaba frente a la construcción mas alta de todo el terreno. Garaje en la parte inferior, un estudio grande en la planta alta con terraza pequeña y vista magnífica. Había también un departamento de dimensiones no muy grandes, pero bastante completo.

Cada mañana, antes de subir, se acercaba tan sigilosamente como podía para tomarlas por sorpresa, pero no había modo. Invariablemente detectaban sus pasos y se sumergían por un rato largo. Entonces cortaba un par de mandarinas del árbol que daba sombra al estanque y subía las escaleras de caracol llevando sus pasos hasta el estudio. Dejaba las mandarinas sobre el fregadero de la cocineta, se colocaba el mandil y se ponía a trabajar. Era el segundo curso de encuadernación.

Al trabajar a solas, de pronto imaginaba la tortuga cayendo al vacío. Aterrada, sin saber lo que le estaba pasando. Aturdida por la vertiginosa caída. Finalmente imaginaba el terrible dolor al estrellarse contra el piso. La fractura ensangrentada que la dejaba sin aliento y con la espantosa sensación de estar partida en dos. Luego se hacía el silencio en su cabeza. Podía sentir un nudo doloroso en la garganta. Necesitaba conocerla. Aunque su amiga Naná le aseguraba que la herida ya había cicatrizado y la tortuga recuperada de su fractura, se adaptó perfectamente a la vida y a la compañía en el estanque. Quería comprobarlo.

Sucedió una mañana soleada. Naná alimentaba generosamente a las tortugas. Estas se volvían menos tímidas en su presencia. Nadaban tan rápido como podían para ganar los bocados que les arrojaba. Unas atrapaban los charales que abundaban y eran criados ex profeso para complementar la dieta de las tortugas. Varias tomaban el sol en la playita inclinada del estanque. Allí estaba ella. Grande, descarada, luciendo una cicatriz enorme e impresionante  sobre su caparazón. Parecía no importarle. Disfrutaba del sol como las demás. Parecía contenta. Comía con buen ánimo. La cicatriz era su trofeo de guerra, Estaba curada.
Esa tortuga le dio esperanza. 
Su propia herida iba a sanar alguna vez. Entonces, sin importar lo horrendo del dolor sufrido, sanaría completamente. Podría tomar el sol y disfrutar nuevamente de la vida. La cicatriz, aunque grande, no dolería mas.

6 comentarios:

Soros dijo...

Es un símil muy bueno el del caparazón partido. Tal vez todos pensemos que tenemos en la vida cierta seguridad. El tiempo, a casi todos, nos demuestra lo contrario. Pero, al mismo tiempo, al conocer que hasta los caparazones pueden cicatrizar, uno recibe un mensaje de esperanza remota pero esperanza al cabo. Y piensa que hay seres humanos capaces de sobrevivir aunque les partan la madre. Cosas misteriosas que la naturaleza termina haciendo por nosotros, sabia como siempre, y aunque nosotros no queramos. Pero, de todos modos, debe ser catastrófico el descubrir que nuestra vida no era un recinto privado y acogedor sino un mero lugar peatonal.
Ánimos anestésicos.

Insumisa dijo...

A esta protagonista, definitivamente se la partieron. Por eso quiso conocer a la tortuga. Tienes razón señor Soros. La naturaleza es muy sabia. Tanto que no creerías lo bien que va su proceso de cicatrización. Ya hasta puede mostrar su alma herida, hablar y escribir de ello sin llorar.
:-)

Soros dijo...

Me alegro.
Sí.

Jonay dijo...

Pues sí, las cicatrices cuando sanan, aunque visibles, no suelen doler. ;-p

Paz Zeltia dijo...

una comparación muy buena, esperanzadora y animosa.
yo me adnmiro mirando al pasado y sintiendo como si le hubieran ocurrido a otra cosas que en el momento en que las vivía pensaba que jamás podría superarlas.

Insumisa dijo...

Así es, Zeltia. El tiempo es esencial para curar cualquier herida. Esa tortuga me dio esperanzas. Alguna vez quedará todo sanado. ¿Verdad?