lunes, 30 de enero de 2012

Vedas personales


¿Sabes por qué? aunque a ciencia cierta tampoco lo se con certeza absoluta. Pero sospecho que aquel costillar de chivo que se estremecía colgado de la pared tuvo algo de influencia en mi rechazo total y rotundo a ver desollar animales o comerlos recién matados. Estábamos de visita en el rancho de los tíos Ana y Nicho. En nuestro honor fue que mataron aquel chivo, los adultos nos impidieron ver cómo lo hacían, pero no pude evitar horrorizarme cuando colgaron el costillar del animal ya sin piel a que se "oreara" en la pared de la rústica cocina de la tía.

La carne temblaba, como cuando un cachorro tiene frío y eso hizo un impacto profundo entre mis recuerdos. Éramos los niños de la ciudad que miraban maravillados las cabezas de ganado que había en el patio trasero de la casa. Un cerco de ocotillo, mezquite y palofierro circundaba el lugar. Las bateas de los puercos eran llenadas con salvado y suero de leche. El tío Gervasio había perdido cuatro dedos de la mano derecha en el hocico de un cerdo muy grande y hambriento que se precipitó una vez sobre el alimento, cuando el tío batía con las manos la mezcla.

También trepábamos el cercado para ver cómo marcaban las reses y los becerros, todo era nuevo y sorprendente en aquel mundo tan distante de nuestra cotidianidad. 
El sabor de la carne de animales recién matados era muy fuerte. El color de las yemas de los huevos demasiado amarilla. La leche producía una nata espesa al hervirla. Todos los sabores eran intensos en aquellas latitudes. Incluso el agua sabía raro. A barro, a tierra mojada. A una naturaleza agreste a la que no estábamos acostumbrados. Puede ser que el filtro de roca que tenían le diera ese sabor tan especial al agua extraída de un pozo artesanal que había en el patio. Era como los que habíamos visto tantas veces en las ilustraciones de los cuentos. Un brocal de piedra, maderos y una polea de la que pendía un cubo de madera. Asomarnos estaba prohibido, pero ¿qué niño obedece cuando le dicen que no se asome al pozo de los deseos?

Los paseos en carreta tirada por caballos, la pastura que olía a frescor, las tazas con pátinas oscuras debido a lo fuerte que era el café tostado y molido en casa. Los pisos de tierra pulidos hasta hacerlos parecer losa, apisonados, lustrosos, limpísimos.  Aquellos regalos de olores, sabores y colores luminosos nunca pudieron hacer que superara mi repulsión a comer carne de animales recién matados. Borregos, chivos o conejos eran terriblemente difíciles de comer si recordaba haberlos visto pasear en el patio de aquellos tíos entrañables. 

Mi repulsión abarcaba las piezas de cacería que mi abuelo traía a su casa desde la sierra. Venados, borregos, perdices, codornices, liebres (que mas de una vez les vi garrapatas en el cuerpo), cóconas, faisanes y lo que fuera que cazaran mi abuelo y el tío Josh. Sin olvidar las tortugas caguama que llevaban a casa del Golfo. En aquellos años no estaba prohibido capturarlas, pero el día que ví lágrimas en los ojos de uno de esos hermosos ejemplares cuando lo iban a degollar para desangrarlo, nunca mas comí tortuga. Ni siquiera en caldo o sopa. 

Por cierto que entre mis vedas personales también está la langosta. Y eso a resultas de ver que para prepararlas, deben echarlas vivas al agua hirviendo. 

4 comentarios:

Lan dijo...

Alejados, como vivimos o intentamos vivir, de lo cruento, olvidamos que es lo que nos mantiene vivos y, la falta de costumbre, hace que todo nos dé repugnancia. Pero cada uno puede creerse lo que desee, cerrar los ojos y pensar que lo que no vemos no existe.
Besos, naturalmente en espíritu puro, sin esa lascidivia que mencionaba el Colás. Y es que el Colás era también mu sanguino. ;-)

Jonay dijo...

Años y años de involución para el hombre. Espero que llegue ese día en el que el ser humano comprenda que cada una de las criaturas de la tierras tiene una vida igual de válida que la suya propia, y despierte y comprenda de una vez por todas que, para estar vivo, no es necesario alimentarse de su carne.

Insumisa dijo...

Lan, ¡oh pues! lo se y lo entiendo, eso de creerme lo que deseo. Pero aunque una parte de mi es perfectamente consciente de esas cosas. "Ojos que no ven, corazón que no siente".

Besos

Insumisa dijo...

Jonay, paradójicamente soy eminentemente carnívora. Me gustaría (a veces) convertirme en vegetariana macrobiótica, pero la carne es la carne.

¡Saludos!