martes, 6 de septiembre de 2011

Raro

A veces no duele tanto.
Sientes, eso sí. Sientes y echas de menos cosas. Pero no que duelan. No que desgarren el alma y así.
Pero lloras sin saber bien cómo ni por qué.
Lloras como cuando dejas (porque debes dejarlo) un sito en el que estuviste feliz de la vida y sabes que no volverás.
Hay lágrimas y lágrimas. A veces sabes el motivo de ellas.
Otras veces, muy extrañas veces no... pero lloras.

2 comentarios:

Lan dijo...

Puede que, con el tiempo, uno se dé cuenta de que los itinerarios recorridos se han convertido en afectivos aunque en su día a uno no le parecieran tales. Y es que lo que uno recorrió de joven lo recorrió sin referencias y con la idea, inconsciente, de que la vida era tan larga que era casi eterna.
Saludos, Piel de Letras

Insumisa dijo...

Hay ciertos itinerarios que no pensabas recorrer en solitario. Aunque el argumento mas socorrido sea que "nacimos solos y solos hemos de terminar". Pero igual que de jóvenes, como dices, se tiene la idea, inconsciente o no, de que la vida es larga. La idea que te siembran de "hasta que la muerte los separe" te la creíste a pie juntillas.

Un gran abrazo