jueves, 15 de septiembre de 2011

La casa de Gertrudis

Esa noche las fumadoras, en lugar de subir a sus respectivos cuartos,  quedaron en el lobby a techo descubierto que tenía aquella posada. Había un sofá y dos sillones blancos enormes forrados en cuero. Algunas mesas bajas y por supuesto ceniceros. El día estuvo intenso con las visitas a la isla de Janitzio y el centro ceremonial de Tzintzuntzan. No se permitía fumar en las habitaciones, así que optaron por quedarse a comentar los pormenores del recorrido y acabar con los Benson's mentolados. Decidí quedarme con las fumadoras. Era temprano para mi. En Baja California, por la diferencia de horario con el centro del país eran apenas las 8 de la noche.
La sala de entrada, daba de frente con el restaurante. Las puertas de vidrio estilo francés, permanecían abiertas aunque ya no había clientes en el lugar. Las paredes del acceso principal estaban decoradas con pinturas murales inconclusas. Eso creí en un principio.
La charla se tornaba divertida al recordar los detalles del paseo. Aunque estaba prohibido hacer ruido después de las 10 de la noche. Las voces y las risas se elevaban de volumen debido al entusiasmo. No obstante el letrero que indicaba silencio, como en las bibliotecas. A media charla, una mujer que llevaba rato observando al grupo, se acercó a pedir fuego. Se presentó como habitante de la planta baja. Hija de los propietarios de la casona habilitada como posada. Vivía en el segundo cuarto a la derecha de donde nos encontrábamos. Un mosaico oval señalando "MI CASA ES SU CASA" indicaba donde dormía desde varios años atrás. La mirada fija e insistente terminó por incomodarme "es que te pareces mucho a alguien que conozco" fue su explicación. Un parecido extraordinario con una guía de turistas que hacia tiempo visitó la casona.
¿Sabían que en esta casa vivió Gertrudis Bocanegra? la repentina intervención pretendía cambiar el tópico de la charla. Mis compañeras no sabían quien fue Gertrudis. "¿Ah si? ¿y quién era esa Gertrudis?" fue toda la respuesta que obtuvo la mujer de ojos penetrantes. Pero mi interés fue capturado ¿En serio?
En serio. Incluso en el parque que está aquí enfrente, hay un árbol donde se dice fue fusilada.
Una placa discreta (que fui a buscar a la mañana siguiente) al lado de la entrada de la casona daba lacónica información del hecho histórico.
¡Qué emoción! Una heroína de la guerra de Independencia de México vivió en esa casa.
Tuve que explicarles a mis compañeras de viaje lo que sabía respecto de Gertrudis. Fue una criolla que participó activamente en la guerra como correo de los insurgentes, la apresaron, la torturaron sin lograr sacarle información sobre los participanes de la guerrilla y finalmente fue fusilada. La única mujer que fue fusilada (hasta donde se) en la guerra de Independencia. Preguntaron el motivo del desconocimiento histórico general sobre la Insurgente.
Aquí terció la mujer que se unió a la charla. "Gertrudis era socialista. Por eso nadie habla de ella. Estaba del lado de los pobres."
El discurso final de la mujer me lo perdí. Inmersa como estaba en mis propias reflexiones. Algo de cierto debía haber en aquellas afirmaciones. La dama fumadora que vivía sola en una habitación de aquella casona era, a mi juicio, un poco extraña. Era culta, conocía algunos de los pormenores de la guerra de Independencia de México además de utilizar un lenguaje elevado. Dada la temeridad de sus afirmaciones pude calcular que era una apasionada de las discusiones. Pero también nos dio algo de información personal. Dejó entrever que sus hijos vivían en otra parte. No tenía tanta edad como para ser madre de hijos casados o abuela. Los hijos debían ser adolescentes o niños. No trabajaba actualmente, pero por lo que pudimos observar, su ropa y calzado eran de buena calidad. Debía sentirse un poco sola para animarse a alternar con turistas parlanchinas y a todas luces desconocedoras de política e historia.
Nos despedimos al filo de las once. La mirada penetrante se volvió incómoda una vez mas. Bueno que iba acompañada. No supe si la mujer con quien insistía en encontrarme parecido le caía bien o le había hecho un mal. Se de energías que se transmiten en ocasiones a través del tiempo y la distancia. La de ella era poderosa.
Tampoco volvimos a verla los días subsecuentes.
Cuando fui a observar con mas detenimiento uno de los dos murales de la entrada que creí inconclusos, quedé impresionada. Al principio ves solo un árbol floreciendo desde la raiz. Parecía un bosquejo. Los colores son muy tenues. Tonos al pastel difuminándose a medida que levantas la vista. Luego, con mas detenimiento puedes ver una mujer descalza confundida entre el tronco del árbol y sus ramificaciones como brazos extendidos ofrendando algo. Los murales ya tenían firma. Así que estaban definitivamente terminados.

Es verdad... Pátzuaro tiene algo de mágico.


2 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

Un relato que produce algo de inquietud.
Con un poco de ese realismo mágico.

Insumisa dijo...

Zeltia
Es que Pátzcuaro es un pueblo mágico.