sábado, 13 de agosto de 2011

Los sagrados alimentos cárnicos.

Aquello era la gloria para todos los miembros del club de las compras compulsivas. Chácharas, triques, colguijes, dulces, juguetes y artesanías por doquier ¡Todo baratísimo! (aunque después no encontraras donde colocar tanto cachivache) Se podía comprar en todos lados: locales establecidos. En banquetas. Bajo toldos de lona o de tela. A cielo raso de noche. En puestos semi permanentes o permanentes. A pleno sol o bajo la lluvia.
Supe entonces lo que eran las chachareras profesionales. Todas esas señoras que viajaban en el mismo vehículo que yo, entusiastas de las compras, hicieron gala del bien merecido título. Las paradas del autobús en el que viajábamos, eran, además de "técnicas"* solo para dar gusto a las cazadoras de ofertas y baratijas. Bajaban en tropel y regresaban dos, tres o cuatro horas después, cargadas de objetos innecesario. Con la mirada vidriosa, como intoxicadas de ofertas. Sonriendo como si en lugar de sangrar sus bolsillos, les hubiesen inyectado alguna suerte de energía portentosa. Así fue desde que pisamos tierras michoacanas.
El territorio michoacano es muy hermoso. Para los hijos del desierto ofrece matices de verde que son un regalo a nuestros ojos. Pero igual que hermosos paisajes, ofrece a la vista las chozas de la gente que vive en condiciones de mucha pobreza. Chozas manchadas de lodo añejo, por la sempiterna lluvia.
Esa impresión tuve.

Michoacán y sus carnitas de cerdo en cada esquina.
Vas pasando por las banquetas y los vendedores casi te meten un bocado de aromáticas carnitas arropadas en tortillas de maiz. Tacos, trozos, bocados de carne de cerdo para donde miraras. La primera vez, vaya y pase. La segunda vez ¡bueno!. Pero mas veces ¡no! ¿Comer, desayunar y cenar carne de cerdo? En cuanto a gastronomía michoacana, parecía que solo carnitas había por doquier.
Para delicia de mis compañeras de viaje que son amantes de la carne de cerdo. Y de comer cuanta cosa se les atravesara en la calle: granos de granadas en vasos con chile y limón, tunas peladas, esquite de maiz con epazote y salsa picante. Unas bolitas amarillas que no tuve el arrojo de probar, sazonadas igual que las demás cosas, con chile y limón. Por descontado papas fritas y mas cosas preparadas en cazos al aire libre.

En las tardes/noches lluviosas de Pátzcuaro, conocimos los uchepos y las corundas. Que vinieron a salvarnos de un ataque de colesterol y triglicéridos galopantes.

Uchepos solos, con café y corundas de queso ¡una delicia! Fue ahí donde conocimos a un personaje digno de mención. Una mujer trabajadora, ama de casa y madre de familia que virtualmente se raja el alma para sacar adelante a sus hijos. Nos narró de manera sencilla su trajín diario.
Las "incomodidades" sufridas por las viajantes se volvieron nada, comparadas con lo que esa buena mujer hace diariamente para darle estudio a sus hijos.

En Pátzcuaro están prohibidos los letreros luminosos de neón. Por ley, los anuncios publicitarios deben ser del mismo color (negro) con la primera letra de color rojo quemado. También está prohibido el ambulantaje, pero la señora de las corundas deliciosas se salvó por el arrojo y la fuerza que tuvo para enfrentarse a las autoridades.

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