sábado, 6 de agosto de 2011

Abrir los ojos

Pasa sin quererlo, premeditarlo o desearlo. Pero pasa a veces. Los actores principales de alguna trama se convierten en héroes o verdugos. Víctimas o victimarios. Entidades superiores... o simples seres humanos.
Hacer es hacer. Mantenerse en movimiento con la vida es necesario. Si te quedas a lamentarte paralizada por la indecisión y las dudas. A llorar, a lamerte las heridas, a suspirar por lo que fue y ya no es. Y no sigues, no avanzas. Te descolocas. La vida (tan sabia ella) entonces te mueve a empellones.

Yo soy de las que aprenden a la mala. A puro "mazapanazo en el tragamaiz"... la vida me empujó una vez mas.
Si tienes quien te ame, eres afortunado ¿no lo ves?
Pero si amas, aun sin esperanza, eres increíblemente afortunado.

Bebamos café. Uno negro, fuerte y sin azúcar para ti. El mío fuerte, muy caliente y con sustituto deslactosado de crema y splenda.

.....CONTINUACIÓN.....
Jalisco. 16 de julio.  Pasamos una sola tarde/noche en Guadalajara y a la mañana siguiente salimos con rumbo al estado de Michoacán.

Michoacán es tierra verde, muchos árboles, plantas, bellezas naturales y... pobreza. Llovía. De hecho todos los días que pasamos en Michoacán llovió. Michoacán era el "coco" en nuestro viaje (es que Sinaloa ya es historia vieja, de lo que había que cuidarse era de los frentes nuevos de los cárteles) Nos lo habían advertido muchas personas. Pero atenidos al itinerario, seguimos por ese rumbo... con el ánimo medio arrugado por lo sucedido a la salida de Los Mochis, pero le seguimos.

Paracho fue el primer pueblo que tocamos. Es el lugar donde la tradición oral dice que se fabrican las mejores guitarras de México. Había cualquier cantidad de talleres artesanales y guitarras de todos tamaños. Desde llaveros diminutos, hasta enormes "tololoches".

Debíamos desayunar en ese lugar, porque aun faltaban varias horas de viaje hasta el siguiente punto. Mis amigas se dirigieron hacia un lugar en concreto. Una especie de mercado municipal (otra vez). Iban en busca del platillo mas típico de la región. Las carnitas de cerdo. Aseguraban que era lo mas delicioso que habría de probar.  El mercado, aunque mas pequeño que el de Guadalajara, tenía casi la misma disposición de puestos de comida. Atestados. Todos vendían carnitas de cerdo. Maluz, Linda y Oralia se sentaron alrededor del puesto elegido, en bancas de madera. Las imité presa de un sentimiento muy parecido a la angustia. Ordenaron la carne. Yo protesté, porque en lugar de cerdo -que le tengo mucho respeto- quería borrego.
"¡Nada qué! el que viene a Michoacán y no prueba las carnitas de puerco, ¿a qué viene pues?" dijeron mis amigas. Hicieron caso omiso. En ese sitio servían las órdenes de carne en trozos de PAPEL de carnicería. Enseguida que te daban tu "servicio", una señora se acercaba a preguntar si querías tortillas. Te las traía calientes, también envueltas en papel. Pero las tortillas no eran blancas o amarillas, ¡eran de color azul! Provenían del maiz de ese mismo color. Había que comer obviamente con las manos, sirviéndote de las tortillas como cuchara o tenedor.

Para mala suerte, doña hipocondríaca voz-de-flauta y su otelo marido se sentaron enseguida de Linda, que estaba a mi izquierda. Se supoía que la señora estaba convaleciente de no se que operación. Se suponía que no debía comer alimentos sólidos. Pero le entró con fe a las carnitas y casi en seguida comenzó a boquear, como pez fuera del agua, haciendo el intento de vomitar ahí mismo, en nuestras narices. Sobre la barra de servicio del distinguido lugar.  Cerré los ojos y elevé un quejido teológico. ¡Ay Dios mío! ¡NO POR FAVOR!

Afortunadamente la cosa quedó en amago. La señora le regaló a mis amigas su agua de chía. Se retiró del lugar ayudada por su resignado galán y Oralia, para horror mío, bebió de aquello como si tal cosa. Al notar la mirada que le dirigí, se defendió: "¿qué? el agua estaba limpia, ¡doña hipocondríaca no le había tomado!"

No dije nada, pero sudé frío. ¿Con qué agua harían esas bebidas refrescantes? El mercado exudaba mugre por todos lados. ¿Solo mis ojos veían aquel pintoresco lugar como en color sepia?

Yo prefería beber agua embotellada ó refrescos envasados. Con todo y el escudo de antibióticos circulando por mi organismo. Mas valía ser precavida.

Piel de letras estaba resultando mucho mas quisquillosa de lo que creía ser.

2 comentarios:

Jonay dijo...

Verdad como un templo maravilloso. Abrir los ojos, no importa tanto cuando. Una vez abiertos no hay marcha hacia atrás...

...me imagino subiendo escalones hacia lo más alto...

Anónimo dijo...

Yo lo soñaba. Ir subiendo escaleras, escalones, escalerillas y escalinatas... siempre subiendo. A medio camino un hombre sin rostro, vestido impecamblemente tendía su mano hacia mi y me acompañana el resto del camino.

Hace mucho que no sueño eso, pero no lo he olvidado.

Gracias por la visita Jonay

Pieldeletras