miércoles, 17 de noviembre de 2010

A veces a pie y en otras andando.


Pues sí. Lo reconozco. Soy bastante soberbia. Menos que antes -eso sí- que de los trancazos se aprende a bajarle dos o tres rayitas. Total, que desde que comenzó ésta, a la que de hoy en adelante llamaré "contingencia vivencial", he hecho cosas que no hacía. En las que no creía, o de las que tenía serias sospechas eran solo para "lusers" (losers, para los que saben mas que yo).

Primer contradicción o cosa absurda* que hice a ese respecto (porque os juro que hay mas en otros ámbitos de mi vida. Ya los iré descubriendo de a poco o de golpe, según se presente el caso):
Mi armazón original no incluía reacciones apropiadas contra la traición y/o deslealtad. Solo un filtro de manufactura casera, en el que se especificaba que mi compañero era absolutamente devoto y que nunca me engañaría. Que él no tenía esos alcances. Ni la malicia, ni la mala entraña para ello. Así que no lo vi venir. Y si lo vi, hice como que no. De tal suerte que cuando vine a dar cuenta, estaba en pleno lodazal, con las aguas negras hasta el cuello.

Segunda contradicción: ir con el psicólogo ¿yo? pues sí, yo, la que merendaba psicologuitas como primera entrada y las sentaba en el banquillo de "yo-se-mas-que-tú" para mandarlas todas turulatas de regreso a sus despachos. Asegurándome que JAMÁS de los jamases iría a consultar a uno de esos entes obsoletos... mas pronto cae un hablador que un cojo. 

Tercer contradicción: leer libros de autoayuda. ¡Me hierve el buche!. Fueron recomendaciones. Cosas que me servirían para superar el trance. "El camino de las lágrimas", "Dijiste que me querías" y "Después de la separación". Hasta vergüenza me dio entrar a la librería y caminar por ese pasillo. Pero me la aguanté, porque era mas la necesidad. Quería respuestas, porqués, razones, motivos, ALGO, lo que sea que diera luz, para saber como es que estaba en este preciso y espantoso punto de mi vida.

CUARTA CONTRADICCIÓN: me convertí en la llorona loca. Un costal de contradicciones, omisiones y olvidos. Reacciones emocionales de las que nunca me hubiera creído capaz. Pero bien dicen que nunca llega una a conocerse del todo.

Quinta contradicción: tomar antidepresivos para sobrevivir con un poco mas de dignidad el día a día. La doctora dijo que los usara hasta nuevo aviso. Yo los dejé después de regresar de mi viaje por Querétaro, D.F. y Cuernavaca. Donde estuve arropada por el amor de dos amigas y sus seres queridos.  Sí, tuve que huir, fue una fuga geográfica y me topé con el amor de seres humanos maravillosos.

Ayer fui a colocarle el broche de oro a este capítulo. Le entregué en mano propia la demanda de divorcio. Temblaba visiblemente acobardada, Me fallaban las fuerzas, tenía un alarido atascado en la garganta. Pero lo hice. Tuve que detener mi carro unos metros adelante para tomar aire. Para dejar de temblar y que mi corazón desbocado se relajara un poco. Lloraba son sollozos lastimeros. Ayes que apenas eran audibles para mi. Desee hacerle notar que me sentía mal y necesitaba ayuda. Pero no lo hice. Y de cualquier manera no vino a mi. No le preocupó nada la seguridad personal de una mujer con la que compartió casi 27 años de su vida. Tampoco pedí ayuda. No a él. Y llegué a casa como pude. Pero llegué. Soy fuerte. Una mujer fuerte que saldrá adelante mas temprano que tarde.

Me enteré que todo esto es normal, cuando se enfrenta una a este proceso. A esta contingencia vivencial. No es esquizofrenia, ni paranoia. Menopausia o desajuste bioquímico. Tampoco locura transitoria o permanente. Es lidiar de pronto con la pérdida de identidad como parte de algo que fue tu vida. Pasar a ser Starsky sin Hutch. Viruta sin Capulina. Laurel sin Hardy... Amanda Miguel sin Diego Verdaguer.

Reajustar tus expectativas de vida en pareja "for ever and ever". Eso cuesta. Porque instaladísima como estaba en mi zona de confort mohoso, no esperaba ya, semejantes cosas. 

Te diré lo que sí esperaba y espero de mis seres queridos. Familiares, amigas y amigos. Empatía. Simpatía. Tolerancia. Respeto por mi dolor. Porque duele. ¿Cómo no? ¡y mucho!
Una se vuelve machacona con lo mismo. Eso debe parar en algún momento. Pero no se sabe cuándo. Y nadie, por muy buenas intenciones que tenga, puede obligarte a ello. En tanto, los amigos, "aguantan vara", como decimos aquí. Apapachan y escuchan sin tomar mas partido que el del sincero acompañamiento.
¡Animo! te dan ánimo. Porque ya bastante estúpida y avergonzada se siente una como para que alguien venga a obviarlo. Y sobre todo, la gente que te ama, la que te estima, mínimamente procura hacerte sonreír. Procuran hacerte sentir bien. No sentencian, no enjuician, no hieren, no dan tiros de gracia.

No estoy lista para pensar o imaginar siquiera embarcarme en una nueva relación. Pero si lo estuviera, aplicaría algo del conocimiento adquirido en estos últimos tiempos. Mis amigas, mis hermanas, mi hija, imaginan para mi algo maravilloso por venir. Las escucho con ternura y gratitud.¿Dónde se creen que encontraré a estas alturas de mi vida un cincuentón culto, agradable, simpático, de buen ver, sin vicios, amoroso,  autosuficiente y que no esté casado? Mi hija añade a esta desiderata algo mas. "Que no sea un loser, mamá".

Yo opino para mis adentros, que mas vale un hombre pobre... que un pobre hombre.

5 comentarios:

arriero dijo...

Seguro que no tardando demasiado te vas a encontrar infinitamente mejor. Los consejos me parecen inútiles cuando uno no ha vivido lo que relatas. Un abrazo muy, muy grande.

Anónimo dijo...

Dicen, mi querido Arriero, que lo que no te mata, te hace mas fuerte. Y yo estoy tomando una fuerza que no veas.

Gracias por ese abrazo enorme.
Un beso

Piel de Letras

Anónimo dijo...

NO SE EL MOTIVO POR EL QUE NO PUEDO PUBLICAR COMENTARIOS CON MI DIRECCION HABITUAL
UNA GRAN DISCULPA

Soros dijo...

Vaya, parece que la señora vuelve a su ser. Así, soberbiota ella. :-)
Bienhallada.

Insumisa dijo...

Pues aquí, humildemente soberbia, para servir a usted.

Gracias mil