viernes, 19 de noviembre de 2010

Subrepticiamente

Me molesta. Pero no es mi asunto. No debo entrometerme. Meter la nariz donde no la llaman a una, la convierte en una metiche. Una detestable metiche.

La vecinita me ve con esos ojos gris acuoso todos llenos de esperanza. Ayer hice caso omiso. Estuve todo el día relamiendo mi autocompasión y ansia de control. Así que ni siquiera la saludé. No que hubiera desaparecido de mi esquema mental por completo. Nada de eso. Pero si las cosas se dieran al revés, a mi me molestaría mucho que alguien hiciera evidente lo que pasa con ella.

Hoy no pude soslayarla de nuevo. Tan no lo hice, que eso le dio la idea de que podía cruzar de este lado del cerco impunemente. Se puso en peligro por ello. Tuve que regresarla lo mas gentilmente que pude a su casa. Lo hizo mansamente. Pero ya sabe el camino. Me temo que no será ni la primera, ni la última vez que lo intente. La Sam, si bien es muy noble y de buen corazón, a la hora de comer, hasta a sus hijas les gruñe. ¿Cómo iba a hacer una diferencia con esta pequeñita de poco mas de dos meses de edad?

Se pasa todo el día sola. Sospecho que, de lo que mas hambre tiene, es de compañía. Al principio lloraba mucho. Ya no. Los animales tienen ese instinto que los hace saber  aceptar cosas que, cuando menos a mi, me cuestan un titipuchal. Tiene algo de pitbull en la sangre. Al levantarla para regresarla por donde vino, pude sopesar su cuerpecito cargado de músculos. Me recordó los ajos buenos. Sorprendentemente mas pesados de lo que parecen, para su tamaño. Mis french, lo que tienen es pelo. Son peludos, livianos, territoriales y celosos.

Los ladridos de le vecinita son diferentes ahora. No lloriquea mas. Ahora exige alimento. Pide que le de, igual que a mis perros y come con mucha desesperación de la ración que le paso subrepticiamente por debajo del cerco. ¡Me parte el alma verla tan sola y hambrienta todo el santo día!. Pero no es mía. Ya se que no debo hacerlo. No debo alimentarla ni charlar con ella. Me estoy convirtiendo en una detestable vecina metiche en toda regla.

El Cedric y la vecinita mestiza

2 comentarios:

Soros dijo...

Ya lo creo. Entender algunas cosas cuesta a veces un titipuchal.
Me imagino que lo del titipuchal, palabra brillante entre la muchedumbre de palabras, viene a decir aquí de modo figurado que mucho o que un gran esfuerzo.

Insumisa dijo...

Señor Soros, ni mas ni menos. Un titipuchal es mucho.

También se utiliza como respuesta a las dolencias, para responsabilizar por ellas al "titi".
-¿Te duele mucho la rabadilla?
-sí
-debe ser el titi...
-¿el titi?
-¡el titipuchal de años que te cargas!

Chascarrillo mañanero
besitos