miércoles, 10 de noviembre de 2010

"No se lo digas"


Decidí hacerlo. Regresar donde no quería. Pero las circunstancias no daban para muchas opciones. El gigante con botas me recibió con mucho gusto. Pude notarlo por el abrazo apretado y prolongado que me dio. En tanto respiraba con dificultad, oprimida como estaba contra su pecho. Recordé aquel primer abrazo con el que me envolvió. Cuando murió su padre y me acerqué a darle el pésame. El justo momento en el que me di cuenta de que tenía un nuevo amigo.

Esta vez, como le expliqué, "iba por una tuna" -hay un dicho mexicano que dice que al nopal solo van a verlo cuando tiene tunas- Mi amigo, trabaja de jefe de mandos medios en un centro de trabajo pequeño. Es decir, es director de una escuela con pocos alumnos. Fui a solicitar un lugar para mi hijo adoptivo. La maestra actual de mi niño me tiene harta con su ineptitud. Ya en otra ocasión, si me da la gana, hablaré un poco respecto de esta joven docente que no ama su labor y por supuesto que no está preparada para desempeñarla ya no digamos con eficiencia, sino con un mínimo de dignidad.

Cuando el gigante con botas se enteró del nombre de mi hijo. Se avalanzó sobre mi persona de nueva cuenta para darme un abrazo aun mas apretado que el anterior. Me dio un "gracias" efusivo y que en primera instancia no entendí, hasta que pasado el momento de azoro, capté que como mi hijo se llama igual que él. Creyó que así lo nombré en su honor. ¡Pobre! No tuve corazón para decirle que por supuesto que no le había puesto su nombre a propósito a mi hijo. Que el níño ya se llamaba así cuando me lo dieron en custodia. Luego del abrazo, al ver mi rostro que no sabe mentir y que las mas de las veces me ha metido en problemas por la misma causa, preguntó un poco turbado si mi hijo ya se llamaba así o le puse el nombre yo. Le respondí que el niño ya llevaba ese nombre cuando lo conocimos. Que yo le quería llamar Julio, porque es el mes en que nació, pero no quise borrar parte de su identidad y se quedó con ese nombre de tonalidades fuertes y que a mi me suena a nombre de "gente mayor". Esto último no se lo dije. Pero creo que lo entendió.

Hay algunos que tienen su autoestima mas grande que la estatura. Mi amigo mide 1.90. ¿Cómo se le pudo ocurrir que yo querría darle nombre a mi hijo en su honor?... sobre todo ¿por qué?

Llegué riendo aun a casa. De hecho, sigo sonriendo por semejante ocurrencia.


3 comentarios:

Soros dijo...

Veo que, al final, vas a hacer un nuevo ingreso en la enseñanza: el tuyo. Será un reingreso.
Y, esperemos, que te parezca bien el nuevo profesor o profesora del muchacho, aunque, contigo encimaza, lo van a tener crudo. Ya se dijo hace mucho que no hay peor cuña que la de la misma madera.
Qué disfrutes con tu hijo, Señora del Desierto.

Paz Zeltia dijo...

Que envidida tener una autoestima de 1.90

Insumisa dijo...

¡Cielos! ¿Cómo es que no vi antes estos comentarios? ¡estaba tan zombie en esos tiempos! No es excusa, pero apenas estoy despejando la umbra y la penumbra en la que estuve. Comienzo a ver claro y luminoso de nueva cuenta. GRACIAS ZELTIA Y SOROS por su visita y comentarios. MIL DISCULPAS por la tardanza.