viernes, 13 de agosto de 2010

"ANDÁBANOS JUNTANDO RÁBANOS"

Los dislates  vendrán sin ton ni son. No hay concierto en la locura, ni cordura en el dolor.
B.B.K. (que me lo acabo de sacar de la manga)

Coyoacán. ¡Ahhhh! ¡qué rico!

Saliendo de nuestras habitaciones en punto de las... no se qué horas. Gerardo, joven y simpático chofer del automovil de lujo para ejecutivos, esperaba por nosotras frente al hotel. Ya sabes, unos uniformados muy monos abrieron las puertas y cual princesitas de cuento de hadas, subimos con gracia sin igual y modales de altura. Flora, Fauna y Primavera. Íbamos rumbo a Coyoacán. Al museo de Frida Kahlo y Diego Rivera. La casa azul.

¡Qué emoción! ¡UN MUSEO AL FIN!
Mujer atormentada esa Frida, atormentada, egocentrista y genial. No tan fea. Mas bien interesante desde el punto de vista humano. Entregada y apasionada. Enfermiza, perdidamente enamorada y codependiente de un megalómano monumental. Todas apreciaciones personales. No leídas. Apoyando mi poco objetivo punto de vista en lo que vi. No en lo que leí. Casa viva. Con el toque familiar de una singular pareja de artistas en cada rincón. ¡Ay Frida! quién tuviera tu valor y entereza para aguantar la vida al lado del hombre-sapo mas infiel de la región (salió en verso y sin esfuerzo).

Visitar una casa-museo es ir, de alguna manera, llevados de la mano del morbo. ¿Cómo vivieron, qué comían, dónde durmieron? La habitación donde por cierto durmiera Trotsky durante su exilio en México, fue la única con un cierto magnetismo ultratúmbico. Lo demás era solo el cascarón de lo que fuera un hogar convertido ahora en museo. Silla de ruedas, cama con espejo. Pinturas en frasquitos de perfume. Cocina de barro, calderos, fogones, luz, animales disecados. Fotos del pintor haciendo espantosos gestos que quisieron ser graciosos.

Era tarde, una vez mas, el chofer esperaba por nosotras. Tuvimos que salir. Eso de tener chofer a la puerta se puede convertir en vicio. Luego de la visita, el café, cafecito rico y aromático. Caliente, bebido sentadas en la banca de una plaza. Una de tantas y tantas plazas de ese México nuestro. Tradicional y colorido.
Vimos pasar gente. Mucha. Variopinta. Niños, adultos, jóvenes, perros, saltimbanquis, mendigos y vendedores. Amenazaba con llover en cualquier momento. Nos dirigimos a Los Danzantes. Un restaurante oaxaqueño ubicado en el antiguo corazón de Coyoacán. ¿La especialidad de la casa? EL MEZCAL.
¿La recomendación del chef? La semana de los bichos. Bichos a la carta. Chapulines, jumiles, gusanos y escamoles al gusto.
Primavera insistía. Insistía tanto en probarlo todo, que solicitó mezcales para cada una. Y ¿cómo no? la carta de los bichos. Debíamos soltar prejuicios y asquete para probar aquel manjar de reyes... bichos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mmmmm, que me parece que lo disfrutaste mucho, digo, hablando del gusano de maguey con adobo. Creo que muy kosher no eres, claro que yo como buena judía en diáspora tampoco lo soy. Me pregunto, que platillos exóticos nos depara el próximo año en nuestra cita anual?, te advierto que ayer cené faisán y jabalí con frutas silvestres y antes unas probadillas de el pato silvestre que se refinó mi Sir William, muy polaca la cosa (para no extrañar mis raíces ashkenazitas). Te amo, mi princesa Kabuki
Tu mera madre
Tatioshka

Insumisa dijo...

Solo porque conozco a tu hermosa madre, se que la tienes. Pero ¿faisán, jabalí y pato silvestre en una sola noche? ¡Santos atracones Batman!
Luego me cuentas si amaneciste viva y sin una colostomía por intestinos reventados¡jajaja!

Saludos al querido Sir William. Dile que no me cansaré de darle gracias, que mejor se resigne.
Besos de la princesa Kabuki jejejeje

Bye "mera madre"
;-)

P.S. Efectivamente, kosher no soy ¡y todo por tu culpa!