lunes, 17 de diciembre de 2012

Historia en tres partes


Parte I

Era como haber sido criada por un hermoso y vanidoso pavo real de poco seso y un oso salvaje. Un úrside con patas toscas, cualidades de artista y garras afiladas. Una bestia enorme que tenía, además de multitud de defectos, maravillosas cualidades. Convertirse por las tardes/noches en un contador de historias fabulosas era una de ellas. Transcurrían sus días con miedo. Terror a equivocarse y recibir las reprimendas bestiales de aquel oso. Pero algunas tardes, el oso transmutaba. Podía convertirse en un narrador extraordinario, con tal arte, que llevaba de la mano a sus oseznos hasta lugares mágicos y felices. Narraba con sonidos nacidos de su garganta feroz y con sus garras. Sobre lienzos de lino blanco o terciopelo negro en las mañanas. Y con notas armoniosas de su potente voz al ponerse el sol. Era Hamelin y ella una rata. 
Con el tiempo, instinto de supervivencia y buen olfato, aprendió a mantener su distancia. Lejos de la bestia, pero cerca del cuentista. Suficientes desgarrones mas o menos graves y heridas superficiales, pero dolorosas había sufrido, como para dejarse masacrar sin oponer resistencia. La vida hiere de muerte al nacer. Y si el encontronazo con un oso salvaje e iracundo te deja viva, definitivamente te fortaleces. El tiempo, sabio matizador de circunstancias, hizo lo suyo. Los osos heridos suelen ser mas violentos y agresivos que uno en circunstancias normales. Llevaba sangre de oso en sus venas, llevaba cicatrices profundas y sensibles en su alma. Parafernalias de oso rabioso y cuentista sublime mezcladas.

Saliendo al mundo llevó por herencia algunas cosas: fuerza, ímpetu, sueños, vanidad y un definitivo problema de carácter. Era incapaz de bajar la guardia y tenía serios problemas ante el autoritarismo y la manipulación. Se rebelaba en automático ante cualquier sospecha de esos males. Llevaba ventaja en mantenerse a salvo. Nadie mas podía herirle de muerte el alma. El oso y el pavo real hicieron bien su trabajo. Era fuerte.