viernes, 7 de diciembre de 2012

El infinitivo del verbo...


Hoy supe de ti. Sorpresivas lágrimas se deslizaron libres por mis mejillas. Tal vez algo asustada. ¿De qué? ¡Ni idea! Iba temblando un poco sacada de balance. Porque había decidido que ya no me importas ¿No estaba claro eso? Hubo la breve posibilidad de encontrarnos de frente. Me acobardé. Crucé los dedos deseando que no sucediera. Oré solicitando fortaleza para actuar de forma natural, si sucedía. Ni siquiera pinté mi boca del rojo habitual. Iba casi a cara lavada. Mi intención era no dar la idea equivocada. Porque ya no hay nada y así debe seguir.

No sucedió.

Me dijeron que te ves mal, que hueles mal... y yo asumo que es porque igual, vives mal. Sentí piedad. Una piedad doliente, trágica, ominosa. Impotente.

Una de las cosas que mas detesto es despertar la piedad de los demás. Imagino que a ti, eso no te importa ni mucho, ni poco. Pero a mi, creo, me duele... por ti.