jueves, 16 de junio de 2011

"Neverland"

No era tan malo después de todo. Ser un adolescente eterno le permitía al hombre sentirse bien consigo mismo y con lo que lo rodeaba. Si te fijabas buen, los piratas eran representados por los malvivientes de la comunidad, que siempre al acecho, esperaban una oportunidad para asaltar a quien fuera. Volaba en su vehículo blanco y viejo de un extremo a otro de su personal"Nunca Jamás". Comía lo que era de su agrado o simplemente, sin complicarse, lo que hubiera. Vestía de igual manera, ropas desgarradas o sucias o ambas con gran despreocupación.

Wendy, la "mamá" postiza que le contaba cuentos chinos y le cantaba canciones de rockeros calvos antes de dormir, era una mujer alta, enferma y sin dientes que disfrutaba y aplaudía las patéticas historias revestidas con pincelazos de un humor rancio e irreal. "Piter" les daba justo el tinte necesario para seguir con el teatro de aquella felicidad construida entre cajas de cartón, neumáticos viejos y trozos de madera podrida.

Aquel era el paraiso de "Piter". Vivir sin preocuparse de los inconvenientes que ser adulto acarrea. No había pagos de ninguna especie. Ni que preocuparse por la renta, o una cama donde dormir. Alguien mas la había pagado ya. ¿Cual problema? Si ahí estaba, solo era menester tomar lo que tan convenientemente estaba dispuesto.

Luchar contra Garfio era lo mas estimulante del cuento. Garfio, por supuesto, siempre salía perdiendo (cuando menos en la  imaginación de este Piter). Garfio bien podía ser un patrón, un prestamista, alguien, cualquiera que confiara en su palabra, rectitud y buen juicio. Lo hacía tonto, se burlaba de él, le quitaba la peluca y luego, muerto de la risa se iba por ahí, haciendo gala de sus proezas. Las arracadas de Garfio, sus dientes, sus anillos y collares. Todo lo que Piter le escamoteaba, iba a parar a donde mismo.

Regresaba donde una desdentada Wendy, junto con los niños perdidos (el ladrón, el adicto, la pequeña zorra y el enano que los mantenía a todos) aplaudían las hazañas de aquel diezmado adolescente, en cuerpo de hombre grande. 
Piter reía. Daba consejos sobre como sobrevivir feliz sin desgastarse en el intento. Contaba mentiras que él mismo llegaba a creerse. Todo estaba bien en su "Neverland" personalizado. Y el resto de la humanidad podía irse al carajo con sus problemas y tonterías de adultos.
"Neverland"

2 comentarios:

Lan dijo...

De hombres que se mantuvieron artificialmente en la niñez, a costa de todo, está el mundo lleno.
Sin embargo, e independientemente de como hayan rodado nuestras vidas, para escribir se necesita recobrar algo de aquella mirada directa, incauta y desprovista de defensa de los niños. Tal vez sería algo así como la confianza en los demás, eso que la experiencia no para de decirnos que es mentira.
Yo creo que los que escribimos también somos como niños o hacemos lo que podemos por volver a serlo.
Apapachos.

Anónimo dijo...

Mi maestro de psicología (qepd) lo explicaba muy bonito. das Es, das Ich y das Über-Ich. Pero a fin de cuentas era la misma gata... nomás que revolcada.

Abrazo fuerte.
Piel de letras