jueves, 30 de junio de 2011

Desde dentro

Ensenada se ve desde lejos como un sitio mágico. Si es de noche, las luces de la ciudad se reflejan en las nubes o la neblina que casi siempre cubren el puerto. Por eso es fácil saber que ya falta poco para llegar. Si arribas de día, luego de cruzar la ruta del vino, la carretera se abre paso por entre los cerros y el espectáculo del mar te recibe de golpe después de unas curvas de bajada. La brisa, el aire con olor a mar, a sal, a peces. Quizás haya personas a las que de hecho les desagrada el aroma con que te recibe el puerto. Yo digo que es el muy personal buqué de la Cenicienta del Pacífico.

Los atardeceres en la playa pública reciben visitantes de todas las nacionalidades. No es un color de mar lindo. Ni azul, ni límpido. Es el mar de Ensenada, verdoso, pardo y en ocasiones rojizo, cuando la marea roja azota el sitio.

Construyeron una rampa de madera con postes semejantes a los usados en el muelle para acceder a la playa pública. También construyeron por la costera, una barda de poca alzada que sirve de asiento para quienes deseen disfrutar del paisaje. La banqueta amplia y decorada de piedras y plantas con diferentes texturas sirve como corredor para pasear con las mascotas o en patines.  Ensenada es amigable, tranquila, festiva, colorida, limpia y mas cosas.

Amo esta ciudad por lo que ha representado en mi vida desde el pasado y por lo que es hoy día.

No hay comentarios: