"Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.
O mejor aún, a una que escriba."
Rosemary Urquico
La Botello no se sintió muy feliz con la respuesta. ¿Qué tenía de especial aquella rubiecita insignificante, como para que alguien le quisiera como modelo para realizar un retrato al óleo? En conjunto era mas bien desgarbada, su cabello rizado y de un castaño opaco no eran de llamar la atención. Delgaduchilla, huesuda, pálida, sin personalidad o atractivo. La Botello miraba y requetemiraba sin encontrar nada en ella -descontando el nombre franchute que se cargaba- que a su juicio mereciera ser inmortalizado en una pintura.
De cualquier manera no entendió la explicación de su amiga la ex pintora. ¿Perfil de camafeo? ¿nuca estética? ¿rasgos delicados? Nanette era insignificante y punto.
No lo dijo, pero estaba molesta. Ella sí que era digna de un retraro. Tenía una melena hermosa, larga, alborotada y oscura como noche cerrada. Sus ojos eran enormes y sus labios eran grandes y carnosos. Caminaba -se lo habían dicho- con la elegancia de los gatos. Requerida como modelo de pasarela por su figura y porte. Hablaba alto y firme, llamaba la atención por ello. Nanette en cambio, se nulificaba, era anodina, simple, tímida. Su voz pausada y casi sin decibeles apenas era escuchada.
Lo que la ex pintora veía en ella, era incomprensible.
Había que ver dentro de su pasado. La ocasión en que se topó con aquel camafeo de marfil antiguo. Era la cosa mas bonita que sus ojos de niña habían visto hasta ese momento. Era un trabajo exquisito. Un perfil de mujer de cuello largo, cabello ensortijado que se recogía sobre la nuca. Rasgos andróginos, pero al mismo tiempo infinitamente femeninos y delicados. Nada en aquel perfil denotaba agresividad. No había excesos. Era aromoniosa en su conjunto. Y se convirtió para siempre en su paradigma personal de la belleza.
"Si yo retomara la pintura y pudiera elegir una modelo, elegiría el rostro de Nanette para plasmarlo"
Ese simple comentario desató los demonios de su amiga.