Es, definitivamente un ritual. A veces en pareja, otras en grupo y al final, como todo, sola y mi alma. Pero sacudir el esqueleto ayuda a exorcisar momentos que en otros tiempos parecieron ser únicos. Resulta que no, que ni únicos, ni últimos. Me divertí mucho anoche. Como hace tiempo no lo hacía. Bebí un par de tragos de tequila en jarrito. Un reposado con limón y sal de grano que metió María en un itacate. Era una fiesta mayormente de abstemios. Pero era la noche mexicana que organizaron para este septiembre ¿cómo tener una noche mexicana sin tequila?
Faltó bailar solo un pasodoble. Es rico bailarlos, pero se necesita pareja. También tengo el propósito de aprender a bailar tango, cuando menos una vez en la vida.
También hubo karaoke. Un amigo, que me conoce de hace pocos años, sorprendido de los alaridos con micrófono que me animé a dar, se sorprendió aun mas, cuando le dije que antes de convertirme en señora por todas las leyes, fui directora de teatro escolar, escritora de guiones, canciones, novelas, cuentos y poesía. Que además tocaba la guitarra, cantaba y no temía presentarme en público. Que fui beisbolista, basquetbolista, lider de movimientos estudiantiles, revolucionaria y cazadora de retos.
Luego fui aprendiendo a comportarme... domesticándome, tomando la vida mas y mas en serio. Hasta que me la creí. Propia, sobria y seria. Hoy sola como cuando comencé a volar con alas propias y prestadas. Reiniciando o dispuesta a reiniciar vuelos casi casi olvidados.