De pronto abrazaba su recuerdo como si en ello le fuera la vida. Soslayaba las últimas evidencias del desastre, y sucedía como con el paisaje en su entorno. Se esmeraba tanto en encontrar la belleza, que terminaba por no ver las huellas del vandalismos y la destrucción que amenazaban con enterrarlo todo.
Había que poner manos a la obra. Moverse desde su trinchera hasta donde la voluntad y las ganas alcanzaran para hacer lo imperativo. La paciencia no era una de sus virtudes. Pero debía armarse con ella.
Cada uno, dueño de su destino o no, debía seguir con aquella vida y los giros inesperados que se presentaban. Bailando a un nuevo ritmo. Desacompasados y en solitario. Pero en la pista de baile todavía.
Hacía tiempo que él había comenzado a retroceder. Sus compuertas, cuidadosamente selladas en el pasado, se abrían una tras otra. Regresaba a sus inicios. "A su lugar". Inexorablemente iba cumpliendo las sentencias que escuchara desde niño. Todas aquellas desalentadoras palabras que vertieron en su cabeza se estaban haciendo realidad.