Era la palabra a verificar. Escribiéndola se publicaría, sin problemas, el siguiente comentario. Pero ya había hecho uno. Por el momento, no había necesidad de mas. Le surgieron renovados bríos para escribir. Ese era el motivo. La puntilla que necesitaba.
Ella sabía que aquella no era mas joven, ni mas bonita, ni mas lista, ni era especial, ni era de revista (como no fuera el "National Geographic") PERO y ese era un gran pero. Había cautivado la atención, el tiempo y las palabras de aquel que parecía haber sido el príncipe de príncipes. El non plus ultra de los hombres. Único, especial y auténtico ejemplar de fidelidad. Con todo y los fallos de manufactura que, siempre se habían hecho públicos y notorios.
Ciertamente ella había invertido demasiados años en contemplar, presumir y depender de los lados buenos, sin tomar en cuenta los yerros, las deficiencias, carencias y patas cojas de su majestad el buen hombre u hombre bueno. Aquella siempre demostró interés en su majestad. Un interés que iba mas allá de lo que demandaban las buenas costumbres y la decencia. Pero ¿qué importaban los regalos costosos?. Ella sabía que el BH (buen hombre) Jamás caería ante semejante y vulgar acoso de aquella.
Mas, sucedió que un día, aquella mano fea, de palidez de zombi, de languidez de jerga y palpitar de buitre, se acercó tanto al lugar del hombre, que ya no pudo mas el pobre y cediendo a las tentaciones de... aquella tipa, huyó el buen non plus ultra hombre tras la fea mano y con voluble giro, surcando el tiempo, se volvió ¿suspiro? ¡NO! se volvió uno mas igual a tantos.
Ahora venía lo bueno de la historia o cuento. Cuando el príncipe de príncipes abdicaba, Cuando la fea verdosa aquella, era confrontada. Y cuando ella definía, el tenor del final de aquella, tan común historia.