Tengo abierta la ventana de la sala. El aire, sin ser fresco del todo, no llega a sentirse tibio. Es una tarde linda. Pero con la luz intensa que entra del exterior, la pecera se ver descuidada. Han muerto tres peces. No los culpo. Nadie los alimentó durante dos semanas en las que estuve ausente. Se canibalearon. Murieron los 3 mas pequeños en aras de la supervivencia de los dos grandes que quedan. No me animo a dejarlos morir, con todo y que jamás ha sido mi intención tener la responsabilidad de una pecera que no me pertenece. Sigo sin entender muchas cosas. Pero hoy que me despertaron los cantares de pájaros que anidan en el eucalipto del patio trasero. Supe que las vida es así. Simple.
Ya viene el calor. Desde que hemos vuelto a la tierra de los temblores, estamos durmiendo con las ventanas abiertas. Son días gloriosos de buen clima. Tibios y luminosos.
Apenas hoy se reiniciaron las clases a nivel primaria y secundaria. Los temblores han dejado en estado lamentable las edificaciones mas altas, las mas viejas y las mal construidas ó, a medio contruir.
Escribir lleva tiempo. Si intento plasmar todo lo que cruza por mi mente, pierdo el sentido de las cosas. Escribir es como vivir en un mundo aparte, pero al mismo tiempo inmerso en la realidad cotidiana. Cada que leo un escrito extenso, de esos que se, consumen horas de vida frente a la máquina, me digo que no lo estoy haciendo bien. No estoy practicando el oficio de escritor. Entonces, en realidad es que no soy escritora, ni cronista de la vida real y cotidiana de una doña nadie. Escribir es un placer. Un privilegio que no todos entienden como tal. Cuando escribo dejándome llevar, soy feliz. Pero tengo otra felicidades mas tangibles. Ciertamente no del todo satisfactorias, pero se pueden acomodar a esa felicidad mediocre que me da el ser una mujer ordinaria.
He descubierto recientemente que no toda persona inteligente me gusta. Hay quienes resuman soberbia desde su colosal IQ, pero con todo y eso son divertidos, aceptables. Incluso tolerables. Otros no. Igual pasa con la gente simple. Unos son divertidos y buenos. Honestos con sus limitaciones y son grandes seres humanos sin títulos en las paredes de su entorno. He descubierto también, seres inteligentes, que pasan encubiertos de gente simple. La mascarada resultante es hasta grotesca. No se puede ser auténtico si no se reconoce de tal o cual forma y va por la vida queriendo pasar por gris, cuando, con conocimiento de causa, se es morado.
¡Pobres morados disfrazados de gris!
Pero, ¿Quién soy yo para juzgar nada?
Cuando pequeña. Antes, mucho antes del "MÉTODO GLOBAL DE ANÁLISIS ESTRUCTURAL", leí, entre muchos otros, un cuento que venía en mi libro de LENGUA NACIONAL. Se trataba de borreguitos tiernos y un lobo hambriento que quiso pasarse de listo. Comer rico y bueno. Pero se quedó con las ganas.
El lobo, disfrazado de cordero, quiso engañar con su falsa apariencia a los borregos. Pero no contaba con la astucia de uno de ellos. Cuando le pidió que introdujera su pata por un orificio de la puerta, descubrió las enormes garras de la bestia. No le abrieron la puerta. El instinto, leal compañero de los seres en desventaja, los salvó.
Siempre fui instintiva. No siempre le he hecho caso a mis instintos. Prueba de ello, es haberme involucrado (si me vale la expresión) con un morado, disfrazado de gris. Con un café, disfrazado de morado, y con un patético gris, disfrazado de azul.
Lo cual, solo me deja dudando... ¿de qué color seré yo?